Un llamado a la conciencia

No sé ustedes, pero creo no equivocarme al decir que, todas aquellas personas que a diario les toca utilizar el transporte colectivo en nuestro país (El Salvador) compartimos más allá del temor de ser víctimas de la delincuencia (problema aparte) el miedo de confiar nuestras vidas y de las personas que apreciamos, a la mal educada población de motoristas que su único interés al parecer es jugar con la vida de las personas que lleva.

A diario vemos en las noticias y desafortunadamente a veces nos toca ser testigos, de los tantos accidentes que suceden cada día, tiempo pasaron en los que la policía se dedicaba a decomisar las discotecas que las unidades todavía suelen andar O_o. Ahora yo me subo a un bus y lo menos que me importa es el tipo de bulla que van escuchando a todo volumen, el payasito que se subió a ganarse el pan de cada día, los sabores de dulces que lleva el vendedor, y hasta el ratero que va "bolsiando a la mara". 

Los motoristas ahora (no todos hay que decir, pero contados con los dedos y aún sobran) se han convertido en asesinos sin pistolas, sin cuchillos, sin ninguna otra arma más que la ignorancia. ¿Acaso no tienen familia a la cual regresar por la noche? me pregunto yo. ¿Dónde está la conciencia de aquel empresario que contrata personal o lo mantiene a sabiendas de todas las infracciones acumuladas o en el peor de los casos sin siquiera poseer licencia de conducir?

¿A dónde está la aplicación de la ley que obliga la instalación en las unidades de transporte colectivo a regular la velocidad? ¿Cuántas personas deben resultar lesionadas, cuántos hijos sin padres, cuántas tragedias deben suceder para que al fin se hagan las cosas que deben hacerse?

A las víctimas, no nos callemos, yo no lo hago, recordémosle a los motoristas que llevan personas. A los demás conductores, no nos comparemos a los del transporte colectivo.

A todos, Dios nos bendiga.