¡Hay cosas que ni qué! ¿Tengo o no tengo razón? solía repetir el personaje de la Chimoltrufia en una de las series que disfruté en mi niñez (¿Quiénes la recuerdan? Uuuuh se les fue la juventud). Al pensar en aquellos días me siento afortunado y agradecido de crecer en esa época, mi infancia fue alrededor de programas como el chavo del 8, los picapiedras, jugar con los niños de la colonia, y sobre todo el temperamento duro de mi madre que me enseñó a respetar a los demás y estudiar para superarme porque como toda madre quería un mejor futuro para su hijito lindo; hoy puedo decir que todo contribuyó de manera positiva. ¿Y a quién le interesa mi niñez? pensarán, pues a mi abuelita hermosa (miau).
Mi abuela es un caso aparte, la señora a sus 85 años tiene más energías que yo, además de un amor sincero hacia a mi, aún en estos días me sigue cuidando como lo hacía hace 25 años. Mientras yo como todo adulto que dejó perdida su inocencia en algún lado, me incomoda cuando suele relatar esas historias de mi infancia, aunque en el fondo me siento feliz que a pesar de mis travesuras pueda conservar los buenos recuerdos de mi.
Tuve muy buenos amigos con quienes jugábamos trompo, canica, yo-yo, mica, escondelero, capirucho, fútbol y todos esos juegos ya desaparecidos hoy en día. Solíamos jugar en la noche, a las 6 de la tarde salía el grupito de niños a jugar en el pasaje, nuestros padres no se preocupaban porque nos iban a reclutar las maras, porque anduviéramos consumiendo droga o porque no sabían con quién nos relacionábamos en redes sociales. Nada de eso, sus preocupaciones eran que a las 7pm teníamos que estar en la casa para cenar, que nos laváramos las manos antes de comer, que no viniéramos heridos ni golpeados, que los juguetes nos durarán más de 1 mes y que tuviéramos buenas notas en la escuela.
Al recordar los sustos que le dí a mi abuelita y a mis padres, todos vinieron a consecuencia de ser hiperactivo o desobediente, cuando me fracturé las manos no fue en ninguna pelea, fue jugando pelota y por imitar a Tarzán... Sin embargo el panorama actual es desalentador, sinceramente nos asusta mucho a mi esposa y a mi qué mundo conocerá nuestro futuro hijo, no solo hablamos de la delincuencia sino que el planeta completo está en caos. Recientemente hemos visto heladas inéditas en Estados Unidos; ciudades a punto de quedar desoladas por culpa del cultivo y consumo desmedido de drogas como es el caso del qat y Yemen; hasta hace algunos años hemos conocido prácticas que se vienen realizando por mucho tiempo en países donde se obliga a niñas desde los 12 años a casarse, o son entrenadas en prácticas sexuales como preparación futura; y así podría enumerar muchos casos que harían inhabitable cualquier país.
Este sería un mundo extraño si fuéramos los únicos con estas preocupaciones, pero se que los padres aunque no anden pensando el el caos del planeta, tampoco desean un mundo en destrucción para sus hijos ¿entonces qué estamos haciendo para cambiar el panorama? Tristemente hay millones de personas que nada y terminan opacando a quienes queremos hacer la diferencia. Es probable que nuestra generación no pueda cambiarse, las personas llevamos tanto odio adentro que cualquier situación es excusa para liberarlo: si las calles están llenas de tráfico nos enojamos; si hay que hacer fila en el banco, reclamamos; si los jueces dejan libres a delincuentes, decimos groserías; si al compañero de trabajo, al vecino o amigo le va bien, no alegramos mucho porque tiene éxito, no, claro que no, pensamos que anda en negocios fraudulentos; si un delincuente hace algo queremos que le hagan lo mismo pero multiplicado; y en mi país actualmente se ve esto más claro al encontrarse en periodo de elecciones, como las personas se atacan simplemente por tener ideologías políticas diferentes; y de las cosas más ridículas, odio entre las personas por equipos de fútbol. Entonces nuestros hijos ven la realidad de primera mano, ven como somos, no hace falta que vean noticieros amarillistas cuando en sus propios hogares aprenden el odio.
Pero hay esperanza, claro que la hay, esto no es causa para desalentarnos, con mi esposa lo tenemos claro: si queremos un mundo verde, enseñarle a nuestros hijos a sembrar árboles y reciclar; si si queremos un mundo en paz, inculcarles el perdón a ellos de la manera correcta: perdonando nosotros; si no queremos ver nuestras hijas embarazadas a temprana edad, hablemos con ellas, cultivemos los valores que tanta falta hace. Como decía un comercial de televisión sobre la familia: "Enseñemos haciendo", no esperando que las escuelas (el internet, la televisión, los videojuegos) eduquen a nuestros hijos, no permitiendo que la redes sociales enseñen anti valores, vigilando sus amistades y siendo un buen ejemplo para ellos, porque buen padre no es aquel que da solo cosas materiales, sino aquel se se preocupa por cada aspecto en la vida de sus hijos. Más aún haciendo todo bien no será suficiente, mi esposa y yo sabemos que necesitamos la sabiduría, las fuerzas, la misericordia el amor y la protección que solo Dios da, gracias al privilegio de ser llamados hijos de Dios (Juan 1:12) tenemos la confianza de al menos hacer nuestro mejor intento, y aunque el mundo no es el mejor lugar donde nuestros hijos vivirán, por medio de Jesús tenemos la esperanza que nos ayudará en nuestro caminar (Juan 16:33).
"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él." (Proverbios 22:6)
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